En estas situaciones difíciles para todos queremos expresar nuestra gratitud infinita a todos aquellos que, con su entrega, hacen el milagro de la sonrisa y la esperanza. Nuestro aplauso de cada tarde, a las 20'00 h., va para ellos; para los profesionales y voluntarios que, sin descanso, se dejan la piel en hospitales y centros sanitarios; para los que nos ayudan a que no nos falten los productos básicos en supermercados, farmacias y en las tiendas de alimentación de nuestro barrio; para los que, a pesar de la obligada distancia, nos cuidan, nos dan seguridad, nos informan,... es un tributo emocionado, que dirigimos a unas calles vacias, que nos preparan, como en el mejor de los ensayos, para una vida renovada.
Sin duda, esta crisis del maldito coronavirus, va a suponer un punto de inflexión, nada será como antes. Estamos aprendiendo las más útiles lecciones de solidaridad. Después de todo esto, ojalá pronto, las tenemos que proyectar en los demás y llevarlas a la práctica permanente.
Tampoco olvidamos a los que nos quieren, a nuestras familias, a los profesionales que, a pesar de las carencias en material de protección indispensable, prestan una atención asistencial, constante, directa y eficaz, a la sordoceguera. Para ellos también va nuestro aplauso diario.
La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme de empeñarse por el bien común