Estos días de desconexión de lo cotidiano los hemos vivido con pasión e intensidad. Orgullosos, por supuesto, de cada rincón de nuestra tierra que conserva como nadie imágenes, sonidos, pura esencia y tradiciones que hacen de la Semana Santa un sentimiento profundo y no importe tanto la ausencia de otros sentidos corporales.
Desde niños, afortunadamente, tenemos grabado a fuego las espectaculares tallas de nuestros imagineros, que renacen a la brillante luz de luna llena y de las antorchas; los redobles secos de ese viejo tambor y de una corneta, solitaria y desacompasada, que se lamenta y nos invita al silencio y a la reflexión. La Semana Santa crea como nadie el ambiente más propicio para que el mundo se detenga, tome aliento y se reactive... y todo en primavera!!